martes, 25 de enero de 2011

ENTREVISTA A JOSEPH GELINEK

JOSEPH GELINEK
“La música de gran consumo se ha convertido en un coñazo”

(Hace un par de meses terminé la lectura de ‘Morir a los 27’ el tercer libro de este misterioso autor del que ya se están haciendo apuestas sobre su verdadera identidad. Lo cierto es que desde su primera obra, ‘La Décima Sinfonía’, me enganchó por la unión que hace de música y thriller policíaco, y a juzgar por sus ventas no he sido el único. No dudé en ponerme en contacto con él en cuanto dedicó una novela al rock. Por motivos que no vienen al caso fue imposible publicar esta entrevista en medios especializados, así que como no podía caer en saco roto, aquí la tenéis)

Bueno, algunos lectores quizá no te conozcan todavía, cuéntanos un poco quién es Joseph Gelinek.
“Joseph Gelinek es un pseudónimo de un autor español muy, muy aficionado a la música, tanto que es músico él mismo. Omnívoro musicalmente, porque consume desde Black Sabbath hasta Locatelli”.
Después de dos novelas entorno a la música clásica ya te habíamos encasillado en ese estilo ¿cómo se te ocurrió volver la mirada al rock?
“Porque hay muchísima música buena dentro del rock, y quería hablar de ella. Los clásicos más puretas han decidido que sólo la clásica es música, pero eso es una aberración. La música nos atrapa con ideas musicales, por encima de todo, y hay ideas tanto en el pop rock como en la clásica. En ‘Thick As a Brick’ de Jethro Tull hay más ideas musicales por minuto que en muchos conciertos de Vivaldi, que sabes que dicen que escribió el mismo concierto quinientas veces, eso decía Stravinsky, que era repetitivo de cojones. Los conciertos buenos de Vivaldi son muy buenos, pero los malos, son mucos peores que cualquier álbum bueno de rock progresivo, porque es la misma idea, over and over and over...”
¿Hubo mucho trabajo de investigación hasta dar con la historia o primero fue la historia y luego investigar...?
“En mi caso, la escritura y la investigación avanzan a la vez, pero hay muchos autores (por ejemplo Forsyth), que primero hacen todo el trabajo de documentación y luego se ponen a narrar. ‘Morir a los 27’ tiene mucho trabajo de documentación, desde colecciones enteras de DVD hasta monografías especializadas, pero los iba consultando a medida que iba avanzando en el relato. En la novela lo cuenta un personaje, Amanda, la periodista musical: después de la primera guerra mundial, los músicos de clásica deciden unilateralmente que ya no se pueden seguir componiendo obras en do mayor, ya sabes, y se produce un vaciamiento progresivo de los auditorios, porque la música de gran consumo, que antes era la clásica, se ha convertido en un coñazo. También el rock es un coñazo, en su forma más básica. La progresión tónica dominante, subdominante tónica, da para lo que da, pero, gracias los grandes músicos ligeros, o sea, los compositores de canciones, tipo Cole Porter o The Beatles comienza la sofisticación del pop/rock. El lenguaje del jazz y de la música clásica se empieza a colar en las canciones de consumo masivo, las que dan por la radio, y eso eleva el pop rock a categoría de arte. La sofisticación también puede venir de los instrumentos, fíjate Brian Jones tocando el dulcimer en una banda de rock, eso es la base del rock progresivo”.
Sin querer salirme del tema del libro, ¿tú sigues la música actual (rock, metal en todos sus géneros...etc.)?
“No. Me gustan cosas sueltas, me gustan cosas de Mika, de Coldplay, pero por ejemplo la música española de ahora... no la soporto”. ¿Anclado en los clásicos, Pink Floyd, Genesis, Yes, King Crimsom...? “Prefiero mil veces “Un Ramito de Violetas”, de Cecilia, que cualquier tema de esos grupos que hay ahora con nombres complicados, El Codo de Picasso, La Nuez de Cezanne, ya sabes. No estoy anclado, pero siempre he sido muy selectivo con lo que escucho”.
Volviendo al libro ¿El Club 27 llega a ti buscando ideas para tratar o era la base desde un principio, el génesis de todo?
“‘Morir a los 27’ tenía el atractivo para el lector no musical de la maldición, eso intriga aunque no seas melómano y mi obsesión como escritor es que la novela interesa al mayor número de lectores posible, porque me gusta gustar. Al mismo tiempo, no puedo escribir de cualquier cosa, el tema me tiene que interesar, porque escribir una novela es un proceso muy largo y complejo, aunque luego te la leas en tres días. Yo siempre digo: ¿Sabes lo que tiene que trabajar un autor para que un lector pueda devorar la novela en tres días? Yo no leo novelas en las que me atasco en la página 50, la dejo de lado y punto. No entiendo eso de Fulanito, qué gran escritor, pero a su novela le sobran 200 páginas. El rasgo fundamental de un buen escritor es la cortesía hacia sus lectores. Hay que esforzarse porque el lector pueda avanzar sin un machete entre la hojarasca de páginas que contiene un relato. Ese es mi empeño, a veces lo logro más, otras menos, pero esa es mi obsesión: que la historia tire del lector hacia delante, porque se plantean interrogantes que despiertan curiosidad o interés, o morbo”.
Creo que es en El Violín del Diablo donde asoma el gusto de algún personaje por los Beatles ¿Porqué recurriste al recuerdo de Lennon a través de un Lennon moderno y al asesino real del mito?
“Bueno, el asesinato de John Lennon me parece uno de los episodios más tristes de mi biografía, es algo que te deja marcado para siempre, como lo de Olof Palme, que también se me quedó una cara… son asesinatos incomprensibles, gratuitos, estúpidos, devastadores que te marcan de por vida”.
Además de para vincularlo más a Lennon, ¿Es casual que el nombre del asesinado empiece también por "J"? (J. Hendrix, J. Joplin, J. Lennon, J. Morrison...) y las once letras claro...
“No, no es casual, abundaba en el tema de la maldición, conectaba con el lector supersticioso”.
¿Cuánto hay del autor en sus personajes? En Perdomo, en Torres...
“Me alegro que me haga esa pregunta, joven. Te contestaré con una frase de Woody Allen. Le preguntaban si el tipo neurótico, inseguro y obsesionado con el sexo de sus pelis era él y dijo, mire, es como en el Trivial Pursuit, la ficha redonda donde de van metiendo los quesitos es el autor y cada personaje es un quesito, es decir, un rasgo de la personalidad del autor. Allen no citó el Trivial, pero me parece muy gráfico y lo he añadido yo”.
El protagonista, Perdomo, en un momento en que le preguntan qué música quiere oír dice “menos las tres R lo que quieras, rap, rock y reggeton”. ¿Cómo los puede meter en el mismo saco?
“Yo me he criado a los pechos del vinilo y no conecto con dos de las tres r. Perdomo no sabe de música y quería que conectara con el lector que no sabe. Siempre se dice de las canciones si lo que tiene que primar es la letra o la música y yo, sin saber qué carajo decían los Beatles cuando cantaban “taitusiimaigüey, duijavtukipontolkin tilicangon...” me emocionaba. Luego, las canciones no tienen que ver con la letra, sino con la progresión de acordes, la melodía, la voz y la instrumentación. Por eso no conecto con el rap, porque lo importante es la letra y la música es muy repetitiva”.
Los vinilos censurados tenían que aparecer ¿no?
“La censura en España fue terrible y ahora que se habla tanto de los perjudicados por el franquismo y la memoria histórica creo que los buenos aficionados al rock también fuimos victimas del franquismo, por eso quería meter los vinilos censurados”.
La selección de la “Banda Sonora” que abre cada capítulo ¿Cómo fue? y ¿Se plantea una edición acompañada por un CD o sería muy caro?
“No tiene sentido hacer una banda sonora del libro habiendo listas de Spotify... si todavía no está la de ‘Morir a los 27’ es porque un periodista de RNE se ha ofrecido a hacérmela y estoy esperando”.
Sin querer adelantar mucho ¿Fiel a sus principios es ley de todo buen rockero?
Los buenos músicos tienen pocas tragaderas, sí. Si algo les parece una gilipollez no lo hacen aunque el de la casa de discos se ponga de rodillas”.
¿Hasta qué punto tienes vocación de contador de historias y de divulgador musical? por la cantidad de datos y anécdotas que metes dentro de la historia.
“Sí, los yanquis lo llaman infotaintment, mezcla de información y entertaintment... a veces me paso, pero incluso los lectores que dice que los datos musicales están metidos a veces con calzador en el relato luego matizan: ¡pero qué interesantes son!”
En el libro tratas el tema de la piratería de manera muy particular (que no seré yo quien desvele) ¿Cómo lo ves tú? ¿Lo que plantea el libro es posible que ocurra?
“Faltan dos telediarios para que eso ocurra, bueno, tres. Los japoneses avanzan a marchas forzadas hacia el concierto virtual. Creo que esa parte mola, es muy Philip K. Dick, si me perdonas el atrevimiento...”
John Lennon y Jim Morrison son los músicos más nombrados en el libro. En ambos casos ¿buscabas a los más “polémicos” o atractivos, morbosos...?
“Jim Morrison no es el mejor músico de los cinco grandes, creo que era Brian Jones, pero sí es el más morboso, y gracias a la peli de Oliver Stone, quizá el más conocido”.
¿Te dio miedo adentrarte quizá más en la numerología del 27, o se te iba de la historia ya demasiado?
“La numerología ya estaba muy trataba en ‘La Décima Sinfonía’ y pensé que podía sonar repetitivo”.
¿Indagas también en cuestiones policiales? Porque cierta huella es de saber algo más que el resto de mortales
Las técnicas policiales me fascinan, toda la tecnología me fascina, es muy “de tío”. A los tíos nos gustan los gadgets y a las tías las relaciones humanas”.
Otra característica que se repite en tus libros es cierta fascinación "gore" ¿Es real o casual? aunque sea una escena por libro.
¿Gore? ¿Lo dices por la autopsia, no? La autopsia en este, cierto quemado en otro... un paraguas en un ojo rollo la profecía, la guillotina... “Sí, me gusta el toque gore... aunque es difícil llegar a un equilibrio entre lo que se enseña y lo que se insinúa”. Yo al quemado le olía. “Me acabas de decir el mejor piropo que se le puede decir a un autor. Sinestesia creo que se llama, lo que lees conecta con otros sentidos y los despierta”.
¿Lo del poker en esta historia era por dar el toque Bond o por la moda actual?
“Por la moda y porque encontré todos esos datos sobre lenguaje corporal y mentira que pensé que podían conectar con el lector medio. ¿A quien no le interesa saber cómo descubrir a un trolero?
Te he leído por ahí que ‘La Décima Sinfonía’, ‘El Violín del Diablo’ y ‘Morir a los 27’ forman una trilogía musical,  ¿te planteas otra temática o es una descripción?
“Sí, estoy ahora mismo con un proyecto que no es musical, aunque salen muchos gadgets”.
¿Prefieres que la resolución del crimen centre la historia o que el protagonismo para el lector sea descubrir nuevos datos...?
“Ni lo uno ni lo otro. Mi pretensión es que la historia sea envolvente, es decir, que el lector se vea transportado a la escena que está leyendo y se olvide de su vida cotidiana. No es fácil ni siquiera para los más grandes novelistas, pero cuando un lector te dice, por ejemplo, que le has metido en la habitación de Paganini en ‘El Violín del Diablo’ y que era como estar allí… eso es el éxito”.
Te veo es cierta pretensión cinematográfica ¿Me equivoco?
“Para mí los buenos novelistas, a los que intento parecerme, son los sensoriales los que apelan a los sentidos para meterte en las situaciones, te hacen oír, tocar, oler…”
En El Violín del Diablo apelabas al alma del instrumento, más o menos, a la maldición dentro de la música y algo tan importante en el heavy metal como el tritono...
“Bueno, el tritono es un intervalo muy discordante, muy tenso y eso a la iglesia le parecía indecente. La obsesión de la Iglesia es que el texto litúrgico se entienda y si la música te llama demasiado la atención te distrae respecto al texto, hasta el punto de que en el Concilio de Trento hubo varios obispos que se quisieron cargar la música de las iglesias, porque decían que se había sofisticado tanto la polifonía que no se entendía ya nada del mensaje de Jesús. Entonces llegó Palestrina, compuso la misa del Papa Marcelo y demostró que la polifonía no estaba reñida con la inteligibilidad de los textos”. Creo que el tritono fue declarado diabólico en parte por eso, porque es una disonancia fuerte y llama la atención sobre sí mismo, como una mujer bien arreglada”.
¿Cuáles son los últimos discos que has comprado?
“Desde que tengo Spotify, casi no compro. Te diré las últimas cosas que he descubierto, una oriental cantando “My Favourite Things” con una kalimba nada más, Youn Sun Nah, se llama la cantante. Fascinante”. ¿Y últimos conciertos? “Hace mucho que no voy, te diré algunos de los últimos. Steve Vai en La Riviera, me decepcionó bastante, es el virtuosismo al servicio de la poca chicha, pocas ideas musicales. En cambio Joe Satriani, me dejó fascinado, porque aparte de ser un gran guitarrista, sus temas son acojonantes. Repito, en música lo importante son las ideas y lo frecuentemente que se refrescan a lo largo del tema”.
¿Malmsteen no te mola? Es el eslabón perdido entre Bach y Ritchie Blackmore.
“Si, me gusta, pero Ritchie me mola más. El duelo Gillan-Ritchie en “Strange Kind of Woman” es de lo más grande de ‘Made in Japan’”.
(…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario